El Ave María nota a nota

0 Shares

La semana pasada pudimos conocer los entretelones del diseño y la edición del video del Ave María. Ahora exploramos cómo la suma de las partes logró recrear el sonido coral.

El artífice de este trabajo de filigrana no es otro que Albert Hernández, tenor, instrumentista, arreglista, compositor, director, profesor, ingeniero de sonido y utility de NovusArtis, su propio estudio profesional de grabación.

El trabajo de Albert se inició con la grabación en piano de las ocho voces del arreglo, dirigidas por el Maestro Grau, que se usaron luego como melodías guía (Boletín 18). Luego preparó el octeto que los coralistas usamos de referencia para grabar en solitario. Trabajo para el cual -como es de suponer- fue necesario aplicar el mismo procedimiento de edición que más tarde se aplicaría al resto del coro y que es motivo de esta nota.

Albert, cuéntanos cómo fue es el proceso que nos permitió disfrutar del Ave María como una pieza coral, partiendo de los audios que cada ex-cusibista te envió de forma independiente.

Todo trabajo de ensamblaje de audios requiere de varios pasos. En el caso del Ave María, por ser un arreglo coral, es necesario trabajar primero cada una de las cuerdas por separado.

En el montaje del Ave María participaron 13 sopranos, 9 contraltos, 9 tenores y 9 bajos para un total de 40 voces. La primera de las tareas necesarias fue verificar el formato de los audios para que todos estuvieran en mp3. Luego, escuchar cada uno de ellos para determinar y eliminar cualquier ruido del ambiente que pudiera haberse colado en la grabación.

Una vez depurados todos los audios, se incluyen en el programa para mezclar y se inicia el trabajo por cuerda. Para cada cuerda se selecciona el audio de una persona como guía para el resto. En este caso, las voces seleccionadas fueron las de quienes grabaron el octeto. Yo siempre comienzo este tipo de trabajo con las sopranos. Me valgo de todos los recursos para editar que me ofrece la tecnología. Con ellos puedo corregir la parte rítmica, evitando que alguna voz entre o salga antes de tiempo porque es muy difícil que, cantando solo desde la casa, la longitud de las frases coincida exactamente. También verifico las entonaciones y la afinación. La tarea se repite por separado para cada cuerda, es un trabajo que hay que hacer con mucho detenimiento, con mucho cuidado y precisión para que el resultado sea el más adecuado. Por eso puede tomar varios días.

Como el Ave María tiene divise, el proceso resultó un poco más trabajoso pues en realidad se trataba de 8 voces. De modo que lograr adecuar los balances, ataques, afinación y cualquier desliz que pudiera haber habido en la parte rítmica, fue más laborioso. Concluido ese proceso, se consolidan por grupo: sopranos 1 y 2, contralto 1 y 2, tenores 1 y 2, barítonos y bajos montando cada grupo en un track. Se ecualiza cada track, se incluye la reverberación y finalmente se mezclan todos en un solo track.

Al tener ya todas las voces mezcladas, se procede a verificar los matices, es decir, los crescendos de frases que sean más importantes y los diminuendos de las que sean solo de acompañamiento. Esta tarea es vital, porque garantiza que el sonido no quede plano.

¿Cómo determinas el punto de edición adecuado para que los arreglos conserven la esencia del grupo. Para que estén lo más cerca posible de la sonoridad original y no luzcan forzados?

Realmente es algo que no está escrito. No hay una receta, es algo que entra en el campo artístico. Yo trato de mantener el timbre y editar solo lo estrictamente necesario. Con lo de la afinación, por ejemplo, no busco la perfección porque si lo hago, por decirlo de alguna manera, le quito corazón. En un coro siempre hay alguien que está un poquito más bajo o más alto, le quitaría naturalidad si los pusiera a todos iguales. Esa característica en el órgano natural de la voz le da a una especie de grosor a cada una de las líneas melódicas, así que, si el efecto no perturba la sonoridad global del coro, no lo toco. Digamos que esa es la medida que me indica hasta dónde puedo editar.

Reunir virtualmente voces que tienen tanto tiempo sin cantar juntas tiene que haber sido un reto mucho mayor que hacerlo con coros que estaban activos cuando se inició la pandemia. ¿Cómo calificarías el trabajo en cuanto a lo que esperabas recibir vs lo que recibiste?

Hacer este tipo de trabajo siempre es un reto tanto por el tipo de obra como por la cantidad de voces y personas involucradas. Por eso la idea es hacerlo lo mejor posible con el material del que dispones. El hecho de que sea una pieza a capela, que presenta diversas dificultades para los cantantes y que sea de un compositor tan conocido como Rachmaninoff, son ingredientes suficientes para saber que se está frente a un trabajo complejo. Pero estoy muy conforme con lo que presentamos.

Sobre la calidad del material que esperaba y el que recibí, te digo que no hubo sorpresas. Tuvimos una base lo suficientemente buena para lograr los resultados que obtuvimos. Quedé satisfecho con lo que cada quien dio y con la mezcla final.

¿Tienes alguna recomendación particular para los próximos montajes virtuales que muchos estamos deseosos de emprender?

Sí, por supuesto. En lo posible hay que mantenerse cantando. Si se tiene la intención de participar en algún otro montaje, lo mejor es hacer pequeñas vocalizaciones diarias de manera que no los agarre de sorpresa. También es importantísimo vocalizar justo antes de empezar a grabar. Como en cualquier actividad, hay que mantenerse activo, cantar y vocalizar. Esa esencialmente sería mi sugerencia a quienes quieran seguir asumiendo estos lindos proyectos.

Desde el punto de vista personal ¿Qué representó para ti hacer este trabajo?

Trabajar en la edición del audio del Ave María significó un mundo de hermosos recuerdos. Recuerdos maravillosos que, además, se convirtieron en el reencuentro con cada uno de los miembros que participaron a través de sus voces. Un reencuentro con mis compañeros y conmigo mismo como coralista. Me vinieron a la mente los momentos tan ricos que pasábamos ensayando esa pieza con el Maestro Alberto. Cuando la cantábamos en público y recibíamos la maravillosa reacción de la gente que llenaba la sala con sus aplausos. Porque el Ave María de Rachmaninoff es una pieza grandilocuente que tiene mucha potencia, mucha mucha fuerza y eso a la gente le encantaba.

Así que mientras trabajaba, sentía como si estuviera escuchando a cada uno hablando conmigo a través de su canto. Pude sentir que cada quien puso lo mejor de sí para que el conjunto sonara tan bien como salió.

Realmente fue un trabajo muy pero muy bonito. Más allá de lo técnico, esa conexión sentimental y emotiva fue muy importante para mí. Ponerle cariño a lo que se hace siempre permite tener un mejor resultado y aquí, ese cariño era mucho…

Ojalá que se sigan haciendo montajes de este tipo.

2 Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *