Desde su nacimiento en 1873 hasta su fallecimiento en 1943, su vida estuvo sometida a los vaivenes románticos de la historia bélica del mundo.
Quizá sin saberlo, compuso su música fuera del período histórico que le tocó vivir, no por ser pionero, sino más bien por todo lo contrario: se aferró a las formas del romanticismo que marcaron su infancia y su juventud. Este anacronismo singular y el nivel de dificultad técnico de sus obras son los rasgos más destacables de sus composiciones.
“No soy un compositor que produce sus obras de acuerdo con las fórmulas de teorías preconcebidas. Siempre he sentido que la música debe ser la expresión de la compleja personalidad del compositor; no debe llegar a confeccionarse cerebralmente, con la medida exacta hecha para adecuarse a ciertos moldes preestablecidos. Mi música es el producto de mi naturaleza y, por lo tanto, es música rusa; nunca trato conscientemente de escribir música rusa, o cualquier otro tipo de música. Si la época no se presta para la expresión musical, los compositores deberían permanecer en silencio antes de fabricar la música pensada y no sentida.” – S. Rachmaninoff
Sergei Vasilievich Rachmaninoff había nacido en una familia acomodada y vinculada al régimen militar de la Rusia zarista en el año 1873. Su madre fue quien lo inició en el piano, dándole sus primeras lecciones de este instrumento antes de entrar en el conservatorio de St. Petersburgo.
Como otro niño cualquiera, Sergei visitaba con frecuencia la casa de su abuela en el campo, donde quedaba hipnotizado por el sonido de las campanas de la iglesia. Este sonido de la Iglesia Rusa Ortodoxa sería la inspiración que, posteriormente, lo llevó a componer dos de sus obras más importantes: la sinfonía coral “Las Campanas” en 1913 (basada en un poema de Edgar Allan Poe) y la “Vigilia de toda la noche” para coro a capella op.37 en 1915, ésta última una obra de 15 movimientos donde el “Ave María” se sitúa en sexta posición.
Pese a que Rachmaninoff no era especialmente practicante de la religión, ésta marcaría su carrera como músico a través de un instrumento ancestral: la campana.
“El sonido de las campanas de las iglesias dominaba todas las ciudades de la Rusia que solía conocer: Novgorod, Kiev, Moscú. Acompañaron a todos los rusos desde la infancia hasta la tumba, y ningún compositor pudo escapar a su influencia. Toda mi vida he disfrutado de los diferentes estados de ánimo y la música de las campanas que repican alegremente y tañen tristemente. Este amor por las campanas es inherente a todos los rusos… Si he tenido algún éxito en hacer vibrar las campanas con la emoción humana en mis obras, se debe en gran parte al hecho de que viví la mayor parte de mi vida entre las vibraciones de las campanas de Moscú… En la somnolienta quietud de una tarde romana, con los versos de Poe delante de mí, escuché las voces de las campanas y traté de plasmar en el papel sus hermosos tonos que parecían expresar los distintos matices de la experiencia humana.” – S. Rachmaninoff
En la Iglesia Ortodoxa rusa, la vigilia nocturna es una parte real de la liturgia, tradicionalmente precede al culto dominical o a importantes días festivos de la iglesia y consta de tres secciones: Vísperas (la oración de la tarde), Maitines (la oración que tiene lugar de las 3 a las 5 de la mañana) y Primera Hora (la primera oración al amanecer), siendo un servicio religioso extenso que involucra muchos salmos, letanías y cánticos antiguos originarios del Imperio bizantino.
La situación de pobreza que la Rusia autoritaria del Zar Nicolás II venía potenciando desde 1894 principalmente en las zonas de campo produjo que, en vez de cereales, comenzara a germinar la semilla de lo que pronto se convertiría en la Revolución Bolchevique.
En 1896, con 23 años, Sergei escribe un cuaderno de 12 canciones donde figura “Torrentes de Primavera”. La primavera, en la cultura rusa, personifica todo lo positivo, la renovación, el resurgimiento y la juventud, con una fuerte connotación de deleite. Si conoces la canción, estarás de acuerdo en que Rachmaninoff había mezclado muy hábilmente todas las voces de la primavera en armoniosos movimientos cambiantes. La magia de la música y el espíritu de la canción pueden revertir instantáneamente un estado de ánimo bajo. “Torrentes de Primavera” lleva toda la bondad del agua y la tierra al oyente, desde la ternura de la joven inocencia y las ideas novedosas hasta la inspiración de los sentimientos. Puedes escucharla aquí abajo:
Un año más tarde, en 1897, Rachmaninoff presentaba su “Sinfonía No. 1”, cuyo estreno resultó en un desastroso fracaso que lo sumió en una profunda depresión, alejándolo de la composición durante al menos 3 años y llevándolo a ejercer solamente trabajos de pianista o de director. Se dice que para sobrellevar la depresión estuvo acudiendo a hipnoterapia con Nikolai Dahl, amigo suyo y amante de la música, pero es probable que fueran visitas más amistosas y menos terapéuticas, pues no hay evidencia de que se haya sometido a dichas sesiones.
[Ese mismo año en la historia (1897), y a modo de curiosidad entre otros eventos, se estrena en París de la obra de teatro ‘Cyrano de Bergerac’ de Edmond Rostand, el escritor irlandés Bram Stoker publica su novela ‘Drácula’, Guglielmo Marconi establece comunicación telegráfica sin hilos sobre el canal de Bristol, el científico inglés J. Thompson establece la relación entre carga y masa del electrón, El físico ruso Tsiolkovski, inventor del motor cohete, construye el primer túnel de viento, y nace en Concesio (Italia) Giovanni Battista Montini, futuro Papa conocido como Pablo VI, quien siendo hijo de abogado y periodista, fija su permanente atención sobre cuestiones de justicia social enfrentándose sistemáticamente a la dictadura franquista española, provocando así la animadversión de los sectores conservadores de la Iglesia.]
No te pierdas la segunda parte de este artículo: «S. Rachmaninoff Parte II: Amor y éxodo. Una vigilia ‘eterna‘”
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